Ness Lavrov ID

Es de estura baja para ser un hombre pero tampoco es un petizo, cuenta con 1, 73 de altura por lo que supera a algunos de los muchachos que trabajan con él. Sus brazos son estilizados pero no tan musculosos porque su especialidad es la lanzar objetos, sus piernas en cambio son fuertes pero se encuentran armoniosas con su cuerpo las utiliza más porque al cazar debe de correr, escalar o saltar la mayoría del tiempo.
Sus cabellos son blancos como la leche, semi largos hasta los hombros y cuenta con un flequillo que retira de su rostro usando ondulados de color rojo, normalmente los coloca en forma de números romanos pero su favorito es el 13. Su rostro es un poco infantil y es casi lampiño por lo que la decisión de una barba está descartada, tiene la piel de un color marfil y practica costuras en su dermis. Fue gracias a un muchacho que conoció en Enuresis, le mostro que con un poco de hilo y algunas agujas especiales podía hacer arte consigo mismo. Tiene bastantes de estas costuras por su cuerpo, desde una pequeña en su labio inferior hasta una seguidilla de cruces que parte su cuello. Su color de ojos es rojo y casi siempre muestran picares o desinterés hacia los personas.

Es demasiado brutal. No de esa clase de personas que a la primera vista te insertan un golpe, sino que simplemente su capacidad para ver la realidad es brutal. No va con juegos ni con andanzas al punto del punto y ya. Puede contra los problemas como si fueran cualquier cosa, no se desespera en los momentos en los que la mayoría de las personas perderían la calma y suele mantener la cabeza fría y en su lugar.
Es bastante pícaro e insinuativo, tal vez no sea el mejor de los prospectos o todos lo discrimen o lo que quieran, pero él siempre se verá como él es por dentro, genial y agregándole que sabe que a la gente le gusta cómo es su superficie exterior. Es sexualmente activo. A fin de cuentas, Ness cree que una buena forma de liberar el estrés es una buena encamada sin compromisos.
En las relaciones amorosas es otra cosa, con la única pareja que tuvo fue bastante dulce y detallista, le gustaba darle regalos o hacer cenas especiales. Aunque cree en las relaciones abiertas en el momento en que la cosa se pone seria se desvive por su amor intentando no hundirlo como lo hizo la primera vez, es celoso pero sin llegar a ser paranoico, solo defiende lo que es suyo.
Es bastante indiferente al mundo y en cuanto a la gente que por ser un ghoul lo molesta, pues, le resbala, eso es lo que es y no va a cambiar. Aprendió en el pasado que todos merecen respeto por lo que intenta dar todo de sí para aceptar a todos como son.

Los Ghoul siempre fueron discriminados y siempre lo serán, pero hasta qué punto llegaría eso. Ness realmente nunca recordó mucho sobre la época anterior a su estadía en la Mansión de Miss Kinglyt.
Cuando tenía 7 años fue vendido entre las zonas bajas a una mujer adinerada que vivía junto con sus múltiples parejas en una Mansión muy lejana de la ciudad y bien escondida en el bosque donde los exiliados solían habitar.
Miss Kinglyt era una dama de sociedad, añejada por el tiempo pero en sus mejores años, era divertida y picarona pero también gobernaba las paredes de su hogar con mano de hierro. Lo más singular era que cada uno de sus sirvientes eran niños o adolescentes que habían habitado la “Sweet Mansion” desde que tenían memoria. Su colección era basta, desde mundanos, hasta demonio incluso tenia a Hitwoch un raza angelical que no pasaba de los 10 años. Pero en toda la casa solo había un Ghoul, y ese era Ness, de estatura pequeña y figura casi femenina en esa edad, pero todos de algún modo le tenían miedo.
Los primeros días siempre son los peores. Encerrado en un calabozo con el bozal aun puesto podía escuchar los pasos de los otros esclavos ir y venir murmurando extasiados frente a su celda. La primera vez que alguien entro fue casi espeluznante, el hambre lo sobrepasaba y tenía frio, tanto frio. Al momento de ver como la puerta se abría, espero en silencio, un cuerpo cayo hacia el piso, un muchacho de no más de 12 años lo observo desde la puerta, el cabello rojo le caía sobre uno de sus ojos grises y retaba al pequeño Ness a saltarle encima a la mano que lo alimentaba.


Eugene, era solo Eugene, no tenía apellido y su nombre ni siquiera era Eugene, la Madama le había puesto de esa manera de la misma manera en que le puso nombre a Ness. El pelirrojo venia cada dos días para dejarle un cuerpo, lo miraba comer y luego se retiraba de nuevo, eso siguió durante dos semanas hasta que Ness tuvo su primer encuentro con La Madama.


Las reglas eran solo tres: 1° Nunca iras en contra de los deseos de La Madama. 2° No lastimaras a nadie que viva bajo el techo de Sweet Mansión. 3° Siempre cumple tus horarios.
La vida en Sweet Mansion era ardua pero a la vez no era tan mala como la vida de un sirviente normal. A Ness le tocaba la limpieza de las habitaciones, cocinar tres días a la semana y estar siempre a disposición de La Madama. Nadie nunca le dijo nada por ser un Ghoul, pero él sabía que las sillas a sus alrededores nunca serian ocupadas, porque nadie quería ver como él se alimentaba. Él simplemente era una Bestia tal y como Eugene le soltó la primera vez.


Las únicas relaciones que realmente tenia eran con Eugene y con La Madama, de un modo bizarro Lady Kinglyt amaba a su pequeño Ghoul, tal vez porque era lo más bajo de lo bajo o solo porque sabía que nadie más lo podría querer. Fue por eso que desde los 11 años Ness empezó a participar de forma visual en los momentos de cama de La Madama, ella encontraba simplemente delicioso como se sonrojaba pero al mismo tiempo los miraba con hambre, como si quisiera comerlos, lo cual no era una paranoia. Cuando los cuerpos estaban en pleno apogeo sexual las feromonas que expulsaban hacían a Ness salir en corto circuito.
Los días pasaban con un ir y venir de las habitaciones y pequeños encuentros en las tardes con Eugene. De alguna extraña forma, Eugene siempre estaba con él. Hasta que un día, mientras se encontraban sentados frente a las puertas de Sweet Mansion, el corazón de Ness empezó a latir con fuerza.


Comenzaron una relación un poco rara entre una amistad y un “salimos juntos”, se agarraban de las manos, Ness le daba besos inocentes y Eugene se escapaba en las noches para poder ir a dormir con él. La primera vez que lo hicieron fue torpe, imprecisa, Ness tenía 12 años y Eugene 17, pero llevaban ya un tira y afloja de un año.


El problema comenzó cuando La Madama se dio cuenta que Eugene estaba empezando a quitarle tiempo a Ness, que a cada momento buscaban estar juntos o que el pelirrojo aunque más eficiente, terminaba haciendo que el albino tardara más en su trabajo. Fue por eso que armo un plan para que todo eso terminara de una buena vez.
Una tarde mientras el albino corría a la habitación de La Madama, escucho voces viniendo de uno de los pasillos cercanos a la cámara principal; su curiosidad le pasó factura cuando vio a Eugene siendo acorralado por Nina una elfo que trabaja en la cocina. Sus manos temblaron y pensó que tal vez solo era una equivocación suya pero entonces Nina sonrió y beso los labios que él tanto había besado.


Desde que salió de la habitación de La Madama, miro todo más fríamente, Eugene capaz pensaba que podía andarse con otros mientras estaba con él, bueno las cosas podían ser reciprocas. Cada vez que el pelirrojo llegaba a verlo le decía que estaba ocupado, cuando le quería dar un beso volteaba la mejilla y cuando decía “te quiero” Ness respondía solo con algunas monosílabas.


Cuando termino con Eugene su vida fue decayendo de a poco. Ya no podía hablar con nadie porque siempre era Eugene quien le facilitaba los espacios entre sus conversaciones; se aburría como nunca, porque terminaba su trabajo y no tenía nada con que entretenerse. Incluso había noches que debía complacerse a sí mismo a sabiendas que nadie era como su Eugene. Su desespero lo llevo a buscar de nuevo a su ex pareja y al no encontrarlo por ninguna parte su desespero iba en crecimiento.


Una semana después con una bolsa que cargaba 20 monedas, algunos paquetes de comida y tres cartas de La Madama, Ness a sus 13 años vio alejarse a los lejos Sweet Mansion, con la idea de volver a encontrar a Eugene aunque tenga que pasar encima de todo el mundo.
Paso por la mayoría de los Reinos oculto entre las sombras de los edificios siguiendo las pistas que el pelirrojo dejaba; la venta de unos lienzos, el sembrado de una flor o una enamorada a la cual nunca había correspondido. Las últimas en especial le servían de mucho porque todas recordaban al sexy pelirrojo que siempre serio solo se quedó unos días a reposar.
En contra de lo que se pensó, no gasto ni una de sus monedas, conseguía las cosas haciendo favores, un acoston acá, otro haya y ya tenía cama, ducha e incluso comida. Fue mientras paseaba por las calles poco iluminadas del Reino Animales cuando toda su búsqueda termino en la nada.


Al ya no poder volver a la Sweet Mansion compro un viejo bar destartalado con 10 monedas y uso las otras 10 para empezar a arreglarlo levemente. Cuando su dinero escaseaba buscaba lugares donde la población abundaba y se ofrecía con gracia para unas cuantas horas felices, al menos se podría decir que era una puta cara, 200 monedas por una hora. Para su suerte muchos tarados después de unas palabras dulces caían en su encanta, también las viejas señoras a las cuales ya nadie prestaba atención. Fue en eso cuando empezó a juntar jóvenes que quisieran dinero por venderse y empezó su pequeño negocio llamado “Sweet Poison”, una florería y también estudio de arte donde solo los más curiosos sabían que en las partes subterráneas se encontraba el verdadero entretenimiento junto con los más bellos refugiados del Reino Animales.